
Todo se alió para que la tarde fuese de esas para recordar: la compañía, la luz, la temperatura, el aroma a primavera, el verde intenso de los campos de cebada y la fauna en pleno frenesí, síntoma inequívoco de la sazón del momento.
Y en estas condiciones, recorriendo llanuras cerealistas y siguiendo bosques lineales de ribera, vamos sumando especies hasta un total de 51 vertebrados (incluidos 2 corzos); empezamos con una colonia de nidos de cigüeña blanca crotorando e incubando ya sus puestas e intercalándose entre ellas, milanos negros jugando con el viento.
Hasta las imponentes águila imperial y real o el rarísimo sisón se dejaron ver a placer; y mientras perdices y conejos se nos cruzaban a lo largo del camino, llegamos al destino final, paraíso de la avutarda. No hizo falta más que echar un vistazo con los prismáticos al horizonte, para localizar puntos blancos entre los campos de cereal; se trataba de docenas de enormes machos de avutarda exhibiendo sus mejores plumas cual si fueran enormes algodones en lugares visibles a ojos de sus hembras.
Juan Aceituno
Socio y Guía de Naturaleza de Toledo Natura



